Fue creciendo sin tener verdadera conciencia de la vida y del paso del tiempo. La niñez la recordaba a través del álbum de fotos de terciopelo azul oscuro de su madre. Recordaba las caricias de una madre cariñosa, aunque algo ingenua y poco consistente, algo insegura, sus besos, pero la quería. Recordaba las manos fuertes de su padre cuando les acariciaba sus cabecitas infantiles, asperas, de hombre curtido por los trabajos en las huertas aridas heredadas de sus padres, con alguna historia imborrable que no podía contar. La complicidad con sus hermanos, los cuchicheos bajo las sábanas, las historias de suspense de la radio, las historias juveniles, la madurez. Todo eso es lo que recordaba ahora y fue lo que se propuso contar en aquellos folios, una vida sencilla.
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