Bienvenidos al blog de Tere

Este es el blog de Tere que les quiere expresar sus aficiones literarias, que empieza con muchas ganas de escribir, contar e inventarse a sí misma con relatos e historia de la vida misma.

sábado, 3 de marzo de 2012

Amelia



La chica del vestido azul celeste sintió una gran desilusión al ver que no la aguardaba  nadie en el bar. Se quedó en la puerta titubeando, indecisa. Hacía calor y le apetecía una cerveza. Acercó la mano hacia la puerta y tirando del pomo entró en el recinto que parecía fresquito, protegido del calor de la tarde, miró a un lado y otro para comprobar que sus deseos premonición se cumplía estaba en lo cierto. Así todo se dirigió al fondo en una mesita solitaria colocada junta a la ventana, al fondo. Se sentó, colocó la rosa roja en medio de la mesa dirigida hacia la puerta, se sentó de frente a la puerta. Repaso los detalles, a las ocho en punto, el bar de la esquina, una rosa roja, el libro.
Hojeó el libro sin ocultar el titulo. Eran las 8, esperó, no estaba segura. Entró una mujer joven, morena que se dirigió a la barra. Tras ella un chico alto y delgado que la siguió. Amelia miraba de vez en cuando cada vez que oía abrirse la puerta. Volvía a su lectura. El camarero le preguntó qué le apetecía. A ella le apetecía una jarra de cerveza bien fría.  Los minutos pasaban lentamente. El camarero le trajo su cerveza rubia, bien fría, tenía calor, había pasado una mañana de mucho papeleo, se sentía con ganas de nuevas experiencia, le apetecía. Sorbió poco a poco de la jarra el amargo fresco amarillo liquido que le producía una agradable sensación, pero que  refrescaba su garganta. Sus poros se abrían y exhalaban gotitas minúsculas en la frente, en la nuca. Bebió un sorbo de su cerveza fresquita y suave.
Amelia esperó, entre lectura y sorbito de cerveza, esperó. Con cierta desilusión por el paso del tiempo sin entender su soledad, sin comprender porqué nadie acudía a su cita, no vería sus expectativas satisfecha este día. Pero no aparecía nadie.
Cuando ya creía que no vendría nadie entró un hombre alto, robusto, con pelos canos, vestido con un traje de verano blanco, con una flor en el ojal. Cierto nerviosismo se apoderó de ella. Él se detuvo en la puerta ojeando el establecimiento. De derecha a izquierda, cuando la vio a ella  se dirigió hacia el lugar donde Amelia estaba. Ella se decepcionó. Antes que el hombre se acercará, Amelia guardo la rosa roja dentro del libro y lo escondió. El hombre dudo y se detuvo. Miró hacia la barra, al fondo y reanudó su paso hacia el lado opuesto a ella. Amelia con una agitación se apresuró a beber el resto de cerveza, degustó el último sorbo. La sensación le agradó. Llamó al camarero y le pidió otra cerveza, Amelia la bebió con mucha satisfacción,. Esta vez la bebió muy despacio. Ahora estaba tranquila. Ya no tenía prisas.  Degustó su bebida, saboreándola.
Una vez más nadie acudió a su cita. Habían pasado los minutos como si fueran días, meses, años. Amelia sitió cansancio. Pero no se iba a rendir. Había hablado con él, le aseguró que iría. Ya no se acordaba de su rostro.
Esta vez no sufrió al comprobar que nuevamente nadie acudía a su cita. Otra vez será. Una nueva oportunidad habría que prepararla mejor y eso la mantenía animada, la próxima vez vendrá. El bar cerró y el camarero con mirada compasiva, se acercó a ella. “Doña Amelia ¿tampoco hoy hubo suerte?, la próxima vez será”.

Fiesta


Siempre me han gustado las fiestas, la música, las luces, la gente, así que cuando los vecinos de chalet de al lado me invitaron no me pude resistir. Mi marido que no le gustaba la idea de aguantar aquella pelmaza pareja tan inoportuna y pesada decidió dejarme sola ante aquel festivo día de fatal desenlace. Ahora lo veo apenado.
Lo que nunca perdona una es que te ignoren. Que vayas a un evento y nadie te dirija la palabra,  pero ahora que lo pienso no recuerdo ni como llegué allí, estaban mis amigos, conocidos y familiares, reunidos alrededor de mi, sin mirarme apenas, no sabes si te has confundido de reunión, de fiesta.
Con lo guapa y elegante que me había puesto para la ocasión.
Ves a un lado a tu madre entretenida parloteando con sus vecinos, a tu padre con un aire distraído e indiferente. Me vi en una habitación oscura, iluminada apenas con velones enormes en una esquina que desprendían un olor ocre, característico. Había una puerta entreabierta, desde donde se veía la luz.  Entre sombras y luces, estaban muchos de mis amigos, mis compañeros de trabajo, del gimnasio, de la clase de italiano, todos con aire de desconcierto.
Las oyes venir pero no puedes moverte, apenas consigues dirigir la atención hacia la gran luz distante que se presenta ante ti y te aparecen las imágenes difusas.
En un principio no había nada en aquella habitación, era de grandes paredes de piedra,  enormes ventanales se repartían por los laterales con cristales policromos, decorados con distintos motivos. Apenas entraba la luz por las rendijas, empezaba a amanecer, no se oía ningún ruido, silencio, poco a poco se despierta la mañana, comienzan los ruidos del exterior, de la calles adyacentes. Una mujer de figura siniestra se acerca a colocar flores y velas, tras ella otras figuras irreconocibles.
Se me agolpan, entre sueños, los recuerdos. Si me hubieran avisado de lo que iba a pasar aquella noche me lo habría pensado dos veces.  Salir a la calle, aquella noche de lluvia, sin luna, de total oscuridad, poco tráfico. Con mi torpe caminar subida en las zapatillas rojas de tacones altos.  Tan cerca y no llegué.
Pero no sé cómo sucedió. En mi apresurado caminar para no llegar tarde a la fiesta, como una cenicienta ilusionada, un fuerte golpe. Que manía mi obsesión por no llegar tarde a la fiesta. Un impacto fuerte y todo se paró.
Se escucha la música que todos reconocen, se presiente un ambiente frío,  el aire helado de la mañana inunda  todo el espacio, un escalofrío en todo el cuerpo. Y luego, el paso del tiempo, de las horas y tu inmóvil, esperando. Sola.